lunes, 17 de noviembre de 2014

EL VETERANO


Se despertó sin necesidad de alarma aquel sábado. Su legítima roncaba acompasadamente en un tono medio a su izquierda. Decidió que no merecía la pena despertarla y le dejó un imperceptible beso sobre la franela del pijama de su hombro. Se incorporó suavemente notando la molestia en la espalda que le recordaba aquel ensayo en el Central de
la Universitaria. Empujado por el Anestesista y el Lubina rompió la defensa contraria que le aplastó confirmando con todo su peso la indudable marca que les hizo ganar aquella final. Buscó las zapatillas a obscuras en la fría tarima. Le espabiló del todo una punzada en el tobillo izquierdo, siempre que se le enfriaba el pie el peroné se quejaba. Fue en el Landare de Hernani, se había formado el negro barrizal habitual que el equipo local aprovechaba para bloquear el juego en la delantera. Tenía ya el cuello como un alfiletero por las continuas melés pitadas, advirtió que el nueve contrario repetía una finta por su lado llevando el balón preparado para el pase después de cada melé, así que en la siguiente se deshizo de la sujeción del Anestesista y del Mofeta  -que jugaba de flanker distraído-, y recogió el oval de las manos del adversario como un regalo y entró en la veintidós, percutiendo contra el ocho y girando para pasar a su inexistente apoyo. La bota izquierda se le clavó en plena torsión y oyó el chasquido del hueso. Pero aquello había pasado hacía tantos años que con un poco de agua caliente en la ducha se le pasaba inmediatamente. La cicatriz en la rodilla donde la espuma del gel formaba una trenza blanca le solía molestar más cuando hacía algo de ejercicio para mantener el volumen de la barriga dentro de un límite aceptable. Los ligamentos le saltaron en un pedregal aragonés donde jugaron una repesca forzada contra aquellos valencianos que luego ascendieron injustamente a su costa. Con el Lubina que era su pilar estaba levantando al Anestesista para que atrapara el balón que el Burro había lanzado desde la banda en medio del alineamiento, cuando una mano ilegal le privó del sostén del pie izquierdo y su rodilla derecha no pudo soportar la carga que se le vino encima. La operación también fue un éxito. Desayunó abundantemente y buscó la bolsa que había dejado en el armario del hall  hacía ya dos semanas cuando el Polilla le había llamado para el torneo de veteranos.

-                   ¡Aitá cómo hueles!

La niña se había levantado y arrugaba su hocico ante el olor a linimento que desprendía su padre. Tenía la costumbre de darse una primera fricción en casa por todos sus puntos sensibles y la segunda en el vestuario antes de ponerse vendas, faja y protecciones.  Después de acompañarle al baño, la acostó de nuevo. Y siguió buscando la bolsa en el armario. Tenía el protector bucal en el bolsillo del chándal y el botiquín en el baño pero ni rastro de la bolsa. Reunió valor y le preguntó a la santa que se había puesto la almohada sobre la cara, como invitando al parricidio.

-                   Miiiieeerda...

Ella dijo entre dientes. Así que él se dirigió al armario de la izquierda del dormitorio donde estaban sus cosas y allí estaba la bolsa con toda la equipación limpia, planchada y ordenada –al contrario de lo que él había dejado quince días antes-.

Sintió en el estómago, al llegar al campo, una tormenta sentimental inevitable cuando les vio de nuevo Anestesista, Burro, Mofeta, Polilla, Oso... más calvos, más gordos, más viejos en resumen pero como siempre, siendo equipo. Había algunas ausencias, algunas bajas definitivas, pero como siempre, siendo equipo. Y una lágrima o dos bailaron por la vista del veterano.


(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia) 23 de marzo de 2007.

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