viernes, 27 de enero de 2017

LA NOCHE DEL RATÓN

Como en una película de suspense, al principio los protagonistas no saben lo que les espera, ellos inician un viaje y la circunstancia asesina les cambia el rumbo para entretenimiento del espectador. El calendario de la liga parece al inicio llevarnos en una dirección determinada pero los botes impredecibles del balón oval, la climatología y el entusiasmo del río que se desborda acaban dejando a nuestros equipos pendientes de un desenlace imprevisto.
-         Duro de roer el visitante de Altamira del domingo que viene –dice el Barón de la Florida mientras se calza las botas de crampones para el partidillo “tocata” semanal que mantiene sus michelines dentro de un orden-, aunque los de Valladolid vengan un poco tocados esta vez.
-         Pues tampoco será fácil traer algo de Sant Boi –contesta el Marqués de Altamira embutiéndose en una especie de pantalón de pijama para soportar el frío exterior-, y Hernani necesita hacerse un colchón de puntos para no sufrir.
- Y luego la Copa para despistar un poco –Galtzagorri avisa desde el fondo del vestuario siniestro en que la docena de veteranos se prepara- ¿Alguien se ha olvidad de pagar la factura de la luz?
Efectivamente se ha hecho la obscuridad y los teléfonos móviles empiezan a iluminar malamente las maniobras de todos, cuando entra Murray corriendo.
-       Al encender las luces del campo, algo ha petado y se ha apagado medio barrio.
-       ¡Vamos a ver! –Dice el de la Florida pero al abrir la puerta una bala golpea en el umbral y se oye, superpuesto,  el ruido del disparo- ¡Que vaya otro que a mí me da la risa!
La puerta se cierra, el segundo proyectil rompe el cristal del ventanuco de ventilación. Y así todos se quedaron encerrados hasta que llegó un coche patrulla –para eso está el 112-, y simultáneamente la luz.
Lógicamente la explicación oficial, después de una somera investigación, redujo el incidente a una alucinación colectiva y ninguna de las mujeres de los protagonistas de la encerrona se creyó la historia, a pesar de las evidentes secuelas que el evento había dejado en sus ojos y alientos.



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