sábado, 16 de septiembre de 2017

GAMBAS CON GABARDINA


- El que era boxeador era el abuelo, el hijo el que jugaba al rugby -Galtzagorri explica con paciencia, es evidente que lo hace todos los fines de semana, el árbol genealógico de la taberna donostiarra a una elegante señora, prácticamente centenaria, que come una gamba con gabardina con avidez protegida por el corpachón de su hijo-, y el nieto es el que entra y sale de la cocina, por eso no te ha saludado, porque no te conoce de nada…
- Está cojonuda -dice la señora, sin inmutarse-, las gambas hacen como las hacía la amoña, verdaderamente cojonudas.
- ¡Amá! Ese vocabulario.
La llegada del Barón de la Florida y del Marqués de Altamira, abriéndose paso a duras penas en el ruck que forman los parroquianos en la calle Mayor y que bloquea el acceso al entorno de la barra, viene a interrumpir el aperitivo familiar.
- ¡Pasa unos fritos de lo que sea y lo de costumbre para acompañar!
- Creía que no ibas a venir ya, jugando contra los colegiales, te creía con las bombas de achique y las palkas entorno a Landare -el donostiarra saluda al hernaniarra-.
El Barón de la Florida debe tener enchufe detrás de la barra porque le han pasado un plato de chipirones en gabardina y un par de vasos por encima de las cabezas y las miradas envidiosas, además de unos cordiales saludos.
- Por cuatro gotas no hace ninguna falta, lo importante es que los chicos salgan con las ganas con las que acabaron la temporada pasada y no dejen escapar ni un punto.
- Y en Altamira tenemos la visita de los de Alcobendas para aperitivo del domingo, esperemos que salgamos despiertos al campo y no se nos atraganten ¿Y Ud. que cuenta señora? ¡Tan callada! ¿Ya nos va a dejar alguna gamba?

- Cojonudas, están cojonudas – Y la dama se limpia el aceite de los morros con una servilleta de papel-.  

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