miércoles, 23 de mayo de 2018

LA IMAGEN DE LA JUSTICIA ESPAÑOLA


« Si no tienes la que quieres, quiere la que tienes », este consejo que nos daban nuestras madres sobre cómo soportar la carga matrimonial me suele venir a la cabeza cuando hablamos de la justicia española. Nuestra España, digo nuestra en sentido ajeno absolutamente al sentido de propiedad -ya sé que España es propiedad de la familia Botin y de su banda-, el tema de la imagen que la ciudadanía tiene de su justicia es muy complicado y variable en el tiempo, en el tiempo que va desde 1978 hasta el presente, debido a nuestras propias características históricas: ilegitimidad radical del Estado nacionalcatólico y sanguinario nacido del golpe de estado patrocinado por los eternos dueños de España, transición democrática que no fue nada modélica y que nunca se acabó porque podría propiciarse otro golpe de estado así que la ciudadanía aceptó lo malo frente a lo opción de lo peor, aparente modernización forzada y desajustada de la Administración española por la presión europea, incremento de la demanda de justicia como marco institucional del propio crecimiento y modernización del mercado y la sociedad española ante la injusta realidad que el capitalismo español ha construido sobre los esfuerzos de esos demandantes y la inmoralidad imperante en una sociedad que vive de espaldas a una escala ética de valores en la que “todos roban” o “todos son iguales” es un mantra que se repite ante cada caso de corrupción o de desfachatez entre los dirigentes electos por ciudadanos resignados a ser súbditos, por ello, la visibilidad social de la justicia española sometida a todos estos avatares es, casi siempre, deprimente. La justicia española es el fruto lógico de la sociedad en que nace, se ejerce y se corrompe. No hay en los dirigentes de esta sociedad el más mínimo interés en que exista justicia así que la preocupación por la imagen de la justicia española que suelen expresar es mera cosmética.

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